Jungla de Cristal: John McClane en el momento y tiempo equivocado
La Jungla de Cristal – saga de culto para los amantes del cine de acción – es una de las más representativas dentro del género y gracias, entre muchos otros factores, por llevar al estrellato a un hasta por aquel entonces desconocido Bruce Willis – el cual empezó a ganar fama gracias a la serie Luz de luna – y que marcará la carrera de este carismático actor.
Basada en el libro ‘Nothing lasts forever’, escrito por Roderick Thorp (de la cual se desconoce si hay edición en castellano), esta película dirigida por John McTiernan convertirá a esta primera entrega de la franquicia en una cinta de culto, debido, en gran medida, no sólo por el trabajo realizado por su actor principal, sino también a la gran tarea realizada en otros ámbitos – no en vano, estuvo nominada a los Oscar en el apartado de mejor producción, efectos visuales, sonido y mejores efectos de sonido -.
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La película empieza con John McClane – un policía de Nueva York – llegando a California para pasar las navidades con su mujer e hijos. Nada más aterrizar, él tendrá a un chófer a su disposición – cortesía de la empresa en la que trabaja su mujer – llegando a hacer buenas migas con Argyle, el conductor de la limusina.
Todo parece correcto hasta que John llega al edificio donde trabaja su esposa. Al arribar a recepción, él se percata de un pequeño detalle que le molestará en demasía: para buscar a su mujer dentro del archivo de la empresa – y así poder saber su ubicación en el inmueble –, ella no constará como Holly McClane, sino con el apellido de soltera de esta, Gennaro. Primer revés para el policía, que ve así un impedimento para la reconciliación con su mujer.
Al llegar a la planta 30 – donde se está realizando una fiesta de navidad -, John es recibido por el presidente de la compañía, Joe Takagi, dirigiéndole al despacho de su mujer, instando a este a que disfrute de su estancia en el edificio.
Mientras McClane y su esposa discuten sobre el hecho acontecido en recepción, un camión con varios terroristas – con Hans Gruber al mando – entran en el edificio, apoderándose de él nada más entrar. El cabecilla del grupo y sus secuaces, armados hasta los dientes, están buscando al señor Takagi para una lección de moral.
En medio de toda esta confusión que reina en la planta, el intrépido policía ha sido capaz de escabullirse de los terroristas, descalzo y armado solamente con una pistola, con intención de poner fin a los planes terroristas.
En inferioridad numérica y con muchas dificultades
La película resulta todo un disfrute, pues para nada decae la tensión y el interés para mantener en vilo al espectador, enganchándole en todo momento. Ver a Bruce Willis contra las cuerdas por el mero hecho de estar en inferioridad numérica – y no tener contacto con el exterior, todas las comunicaciones están cortadas – es todo un viaje de ingenio y supervivencia, recordándonos tal vez a los westerns dirigidos por Sergio Leone en la famosa trilogía protagonizada por Clint Eastwood.
Quizás uno no vea este paralelismo hasta que se topa con una frase lapidaria que está en el imaginario colectivo de la cultura del cine.
Durante el transcurso de la aventura, John McClane y Hans Gruber mantienen una guerra dialéctica muy peculiar con constantes referencias al género de los westerns, poniendo en evidencia en todo momento que Gruber no siente simpatía alguna por los vaqueros y la cultura americana, demostrando que él no es muy dado al séptimo arte.
Con todo esto sólo hace falta recomendar esta cinta encarecidamente, aunque mucha gente se echará atrás por el mero hecho de ser algo antigua –recordemos que el cine es imperecedero, jamás envejece – siendo esta primera parte de Jungla de Cristal todo un referente en el género. No os decepcionará. ¡Yippee ki-yay, hijo de puta!
Jungla de Cristal ~ Tráiler en castellano
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