‘Un buen día para morir’ o cómo dilapidar una franquicia
Hoy en día y ya en pleno siglo XXI la industria del cine se empecina en resetear franquicias olvidadas o revivir las mismas con resultados vergonzosos. Y es que esta Un buen día para morir sufre de esta lacra hollywoodiense, presentando un producto que insulta la inteligencia del espectador – y del seguidor de esta franquicia en concreto -.
En esta nueva entrega de Jungla de Cristal no han tenido en cuenta lo que tenían entre manos: una saga con cierto prestigio, con 25 años de historia y un actor emblemático que, en vez de hacer un sentido homenaje a un icónico personaje del cine de acción como es John McClane, hacen que este sea testigo de cómo han encorsetado a su sucesor de manera burda, anodina, fútil e inútil. A lo Indiana Jones.
La FOX no ha tenido escrúpulo alguno a la hora de escoger a los responsables de la cinta: John Moore – responsable de la nefasta adaptación del videojuego Max Payne – y un guionista tan peculiar como es Skip Woods, que parece haberse olvidado que un día hizo un producto potable como Operación Swordfish – con unos estupendos John Travolta y Hugh Jackman -. Menudo tándem más bizarro.
Jungla de Cristal para dummies
Esta quinta entrega de la franquicia empieza con un John McClane recibiendo un informe de su hijo, Jack – el cual se ha visto envuelto en una trama que huele a chamusquina – en terreno soviético. Papá McClane va al rescate de su vástago animado por su hija Lucy – interpretada de nuevo por Mary Elizabeth Winstead -, la cual pide encarecidamente que no se meta en líos una vez más y ponga paz a esa relación tan complicada y nula que tiene con su hermano.
Al llegar a Rusia, el policía neoyorquino se dirige al palacio de justicia ruso, ya que su hijo y Komarov – un preso político acusado de poseer valiosa información de un documento secreto – van a ser juzgados. Lo que no sabrán es que Alik – un aliado del ministro de defensa ruso – va tras Yuri Komarov para intentar hacerse con ese alto secreto que él posee.
Los acontecimientos se precipitan y, durante el juicio, el palacio de justicia vuela por los aires con el fin de raptar a Komarov en medio de toda esta confusión. Jack no es en un primer momento lo que parece: es un agente de la CIA infiltrado para atajar los planes malvados del ministro ruso y su maquiavélica mano derecha.
Durante la fuga de los juzgados aparecerá McClane, confuso, sin saber qué narices pinta su hijo en algo tan siniestro, dando comienzo una persecución en la que padre e hijo – cada uno a su forma y su punto de vista – darán su brazo a torcer al final de la misma, uniendo sus fuerzas para parar los planes de Alik y Chagarin – el ministro ruso -.
Mucha acción para tan poca película
Pese a parecer una idea interesante si leéis mi corta sinopsis del argumento, no esperéis una película que rememore los mejores tiempos del agente McClane. La película tiene una duración escasa de 90 minutos, de los cuales sólo 10 se salvan – siendo generosos – presenciando un producto falto de carisma, de cariño, de mimo.
Para colmo, uno de los méritos de la película – la persecución inicial – queda emborronada por la manía del director de hacer planos cortos, temblorosos y a destiempo, sin que al espectador le dé tiempo a seguir de manera coherente lo que está viviendo en ese preciso instante.
Todo transcurre de manera muy frenética, con un guión plano y sin profundidad alguna en el que Bruce Willis hace lo que puede – el libreto de Woods cohíbe mucho a su personaje – y Jai Coutrney se limita a ser el hijo del protagonista, con métodos de manual y de manera ordenada, al contrario que su padre, pero no convence ni tiene el carisma para suceder a un mito viviente como es John McClane.Continue Reading